Yvon Chouinard, fundador de la empresa Patagonia, nos enseña en su libro «Que mi gente vaya a hacer surf«, que el primer precepto del diseño industrial es que la función de un objeto debe determinar su diseño y materiales. Una prenda térmica interior debe expulsar la humedad, transpirar y secarse rápidamente. Una chaqueta de remo no sólo debe de ser impermeable, sino también permitir la total movilidad de los brazos. La función ha de dictar la forma.
La Naturaleza se vale de características como la forma o la estructura, para llevar a cabo determinanadas funciones. Por ejemplo, los colores de las alas de las mariposas vienen determinados por la estructura y orientación de las fibras que las componen. No utilizan pigmentos. Las piñas de las coníferas (pinos, abetos, secuoyas, etc) se abren o cierran en respuesta a cambios en la humedad ambiental. Hoy en día se está trabajando para desarrollar tejidos que aumenten su capacidad de transpiración en respuesta a un aumento de la temperatura o humedad corporal.
Diseñar con el objetivo de cubrir una necesidad funcional encauza todo el proceso del diseño, y en último término genera productos finales de superior calidad. Además el desarrollar productos en los que la función sea lo primero facilita a los clientes la toma de decisiones en el proceso de compra. La biomimética, por tanto, nos abre la puerta para mostrarnos soluciones funcionales desarrolladas por las diferentes especies, que nos permitirán desarrollar productos innovadores.
Diseños multifuncionales
Como ya comentamos en el post Simplificar la perfección, cuantas más piezas tiene un sistema más probabilidad de fallar tiene. El desarrollo de componentes multifuncionales permite simplificar los diseños, debido a que permite lograr las mismas funciones usando menos componentes. Los sistemas biológicos usan esta estrategia habitualmente. Algunos ejemplos cotidianos de multifuncionalidad en la naturaleza son nuestra propia piel o las hojas de los árboles que además de capturar la luz solar, transforman la energía solar en energía química, se encargan de realizar el intercambio de gases con la atmósfera y regulan la temperatura del árbol.
Otro ejemplo no tan cotidiano son las plumas del pingüino emperador, que le proporcionan aislamiento térmico tanto debajo del agua como en la superficie. Mientras están en la superficie, sus plumas le permiten retener el aire que queda atrapado entre la superficie corporal y el exterior, generando una capa aislante que rodea todo su cuerpo y le permite sobrevivir a temperaturas de hasta 40ºC bajo cero. Cuando se sumerge en las gélidas aguas árticas las plumas se compactan dando lugar a una eficaz barrera impermeable.